¿QUÉ
SON LOS GENES?
Máximo Sandín ,Biólogo
¿Qué son los genes? ¿Qué idea se ha implantado (nos han implantado) a los
científicos y a la sociedad sobre el carácter de la herencia de nuestros rasgos
físicos, de nuestra naturaleza, incluso de nuestro comportamiento? Si buscamos
su definición científica, nos encontramos con que “ Un gen es una
secuencia ordenada de nucleótidos en la molécula de ADN que contiene la
información necesaria para la síntesis de una macromolécula con función celular específica, habitualmente proteínas pero también ARNm, ARNr y ARNt. El
gen es, pues, la unidad mínima de función genética, que puede heredarse”. Es
decir, ahí, en el ADN, está todo lo que somos, desde nuestro aspecto hasta
nuestro cerebro. La frase “lo lleva en los genes” ha pasado a formar parte del
vocabulario coloquial, especialmente si la persona que la pronuncia se tiene
por culta. Pero, ¿qué hay detrás de esta forma de ver la realidad denominada determinismo genético? Que hay personas limitadas por sus genes o personas
llevadas al éxito por sus características genéticas; que tienen “buenos genes”
(recientemente, se ha publicado el hallazgo del “gen del liderazgo”.) Que las cosas son como son porque la
Naturaleza reparte los genes de una forma poco generosa, si
tenemos en cuenta las proporciones de ganadores y de perdedores que se observan
en la sociedad, en la
Humanidad.
La idea de que las personas nacen para ser
dominadores o dominados es vieja y se puede encontrar en Aristóteles (lo que no es extraño si tenemos en cuenta que era propietario de
esclavos), pero la conexión de estas ideas con el pensamiento científico actual
se encuentra en el calvinismo y su concepto de “predestinación”, según la cual,
ser humano está predestinado de antemano a condenar se o salvarse. Entonces,
¿cómo reconocer a los predestinados a la salvación? Para el calvinismo está
claro: Si a uno le “va bien” en la vida, si sus negocios son prósperos, es
virtuoso y vive con austeridad, es seguro que se salva. En cambio si uno solo
tiene desgracias en es ta vida (para concretar: si es pobre), seguro que está
condenado. Y la concepción religiosa de la vida tiene estrechas relaciones con
la cultura en que nace y, a su vez, impregna el pensamiento de las personas
pertenecientes a esa cultura, independientemente de sus creencias religiosas.
El reflejo “científico” de este fenómeno se plasma en “Sobre el origen de
las especies por medio de la selección natural o el mantenimiento de las razas
favorecidas en la lucha por la existencia”, un libro de una inconsistencia
científica notable y de una confusión (literaria y conceptual) mareante elaborado por un
desocupado clérigo anglicano de buena posición económica (su única actividad
laboral era la de prestamista) llamado Charles Robert Darwin, al parecer,
desconocedor de los estudios
científicos sobre la evolución que
llevaban realizándose en la universidades europeas desde cien años antes. Su
gran “descubrimiento”, la selección “natural”, fue producto de una más de sus
torpes argumentaciones: Del mismo modo que los ganaderos seleccionan animales
útiles para ellos, la
Naturaleza seleccionará “indudablemente” en la “lucha por la
vida” a los seres con características “favorables”. Una extrapolación absurda,
como fue puesto de manifiesto por los científicos evolucionistas de la
época, pero que resultó muy del agrado de personajes muy influyentes científicamente, pero sobre todo, socialmente, porque esta concepción
implicaba que la vida es una competencia permanente, que las características
“favorables” o “desfavorables” eran intrínsecas a los seres vivos (por
supuesto, fundamentalmente al hombre), y que la Naturaleza premiaba a
los “más aptos”.
La obsesión por traducir científicamente esta
conveniente (para algunos) concepción de la realidad se plasmó en el “invento”,
a principios del siglo XX, de la
Genética de poblaciones, un fraude consciente o
inconscientemente llevado a cabo por científicos eugenistas, convencidos de
que había que “mejorar la
Humanidad ” librándola de “genes malos”, de las personas de
baja calidad. Basándose en una concepción simplista del “gen” como responsable
directo y único de un carácter concreto, que ya se sabía falsa por entonces, y
mediante fórmulas basadas en la posibilidad de sacar cara o cruz en una moneda
lanzada al aire, consiguieron “demostrar” matemáticamente que si un “gen” tenía
una pequeña “ventaja” (su obsesión irrenunciable), con el tiempo, se haría
único en toda la especie mediante la selección “natural”. Aunque pueda parecer
absurdo, incluso increíble, con este argumento, se dio por demostrada la
“actuación” de la selección “natural” y se dio por bueno el darwinismo para
explicar la evolución.
Parece que la conexión entre la teoría “científica”
y el pensamiento calvinista es clara, pero ¿cómo se consiguió implantar
semejante fraude en el ámbito científico? La historia sería larga de contar y
documentar, pero se puede resumir en la imposición de la cultura dominante en
el mundo de la ciencia controlada, especialmente tras la Segunda Guerra
mundial, por las élites financieras. Las mismas que hoy controlan la mayor parte de
las grandes empresas farmacéuticas y biotecnológicas, que apoyaron desde el
principio, las investigaciones de los científicos eugenistas.
Y, ¿cuál es el interés práctico del mantenimiento
de esta visión? Por una parte, la justificación “científica” de la situación
que ellos mismos nos han impuesto: Si la vida es una permanente competencia y
existen individuos intrínsecamente “más aptos”, las cosas son como son porque
son “leyes naturales” (como decía John Rockefeller). Por otra, si el “gen” es
la unidad de información genética, si se consigue cambiar los genes a voluntad,
se podría “mejorar” las características humanas, prolongar la vida del que
pudiese pagárselo, incluso crear “superhombres”. Pero estas absurdas
pretensiones (que no se han abandonado) fueron pronto superadas por otras más
factibles y más prácticas: si se consigue cambiar genes en cereales y otros
productos vegetales, se patentan esos productos y se impone su cultivo se puede
llegar a acaparar el control de la alimentación mundial. Y parece que lo están consiguiendo....
Afortunadamente, en el mundo de la Ciencia , la honestidad
intelectual es el rasgo más común y, a pesar de la “formación” que recibimos,
que se puede desglosar en desinformación (histórica) y deformación
(científica), siempre ha habido científicos que no se han conformado con las
“consignas” recibidas para dar por explicado, con unos argumentos tan simples,
la complejidad de la
Naturaleza , y siempre han habido científicos que no paran de
buscar respuestas, y, con los progresos en las técnicas de observación y
análisis de los fenómenos biológicos se están produciendo descubrimientos que
han derribado, no sólo la base conceptual de las manipulaciones genéticas, sino
toda la base “teórica-ideológica” que las sustenta. En 2003 nació el proyecto
ENCODE (Enciclopedia de los Elementos del ADN), formado por 442 científicos de
32 laboratorios de seis países (entre ellos, España) con el objeto de analizar
con la máxima resolución posible una fracción mínima del genoma humano. Los
resultados deberían haber provocado una verdadera revolución en el campo de la Biología porque
desbaratan todos los supuestos teóricos asumidos como su concepto unificador,
su fundamento teórico. Veamos algunos de ellos.
En términos generales, los resultados del proyecto ENCODE han
destruido el concepto de “gen” como “unidad de información genética”. Se ha
comprobado algo que se intuía desde hace tiempo: que la información genética no
proviene directamente de los “genes” codificantes de proteínas, que constituyen
el 1,5% del genoma (lo que nos anunciaron como “la secuenciación del genoma
humano”), sino que es el resultado de la interacción de una enorme cantidad de
componentes dispersos por el conjunto del genoma y está sometida a las condiciones
ambientales en que se expresa. Para explicarlo de un modo gráfico, lo que se
consideraba “genes” no son entidades individuales sino fragmentos de ADN
dispersos por el genoma y sin un significado concreto, es decir, no serían
“palabras” sino algo así como sílabas sin sentido, y es la parte no codificante
del genoma, el 98,5% restante, que se había calificado como “basura” o “ADN
egoísta” (la “gran aportación” del ultradarwinista Richard Dawkins) la que
regula a distancia estas silabas para producir “palabras” con sentido, la que
decide cómo se combinan las sílabas y dónde y cuándo se expresan y esta
expresión está condicionada por el metabolismo celular y depende, por tanto, del
ambiente externo.
Es decir, los mismos “genes” tienen significados distintos en distintos
organismos y se expresan (o no) de modo diferente en los distintos tejidos, en
las diferentes etapas de la vida y en función de las condiciones ambientales.
En definitiva, la información genética, no está
en los genes, sino que es producto de una red que comunica unas secuencias
con otras, y con una enorme cantidad de proteínas en el contexto del ambiente,
y son los fallos en la “maquinaria reguladora” de la información genética,
producidos por algún factor ambiental, los responsables de las llamadas
“enfermedades genéticas”. No será “cambiando los genes”, 200 de los cuales
están patentados, como se combatirán (previo pago) las “enfermedades
genéticas”. Y tampoco nos podrán convencer de que existen los “genes” que
determinan el comportamiento humano.
Se les acabó el negocio. Se les acabó su
fraudulenta justificación. La
Naturaleza no es un campo de batalla y la vida no está
formada por maquinarias de relojería a las que se puedan cambiar sus piezas,
sino por una red compleja de interacciones en la que juegan un papel
fundamental la capacidad de cooperación y la consciencia ecológica.
Máximo Sandín , Biólogo.
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