Ojos para la Paz
Somos testigos, sin ser conscientes todavía de ello, de la
más terrible derrota de la razón y del triunfo de la barbarie y la inmoralidad
DE LA ESTRELLA DE DAVID AL QR
por Jano García
Occidente acostumbra a mirar con superioridad moral al resto
del mundo desde hace décadas. Da igual si se trata de esos locos bajitos y
amarillos que son esclavos y obedecen sin rechistar, de los bárbaros afganos
que son unos desagradecidos por no haber aceptado la democracia impuesta a
través del fúsil y las bombas, o de esos rusos borrachos que no respetan a la
oposición. Nosotros somos mejores que ellos, pensamos.
Las resoluciones del
«deeply concerned», que dicen ahora los horteras, surgen como racimos en la
cuna de la burocracia de la Unión Europea (Bruselas). Allí se dan cita los
gobernantes de la mayoría de Occidente para inyectarnos dosis de hipermoralismo
sobre la libertad, la democracia, el Estado de derecho, la tolerancia y el
respeto.
Recuerdo cuando sacaban pecho porque los totalitarios chinos
tapiaban a los infectados, los encerraban en casa y los espiaban mediante el
teléfono móvil. «Esos no son nuestros valores», decían. «Menos mal que
nosotros, demócratas de pro y enormemente comprometidos con la libertad, no
hemos recurrido a eso».
Pero, al final, nuestros burócratas, en un alarde de
compromiso sólido con la libertad individual, han apostado por aplicar
confinamientos desproporcionados, marcarnos con un QR como al ganado, exigirnos
una prueba PCR para poder tomarnos una cerveza en un bar y, más recientemente,
encarcelar en sus casas a las personas no vacunadas. Ni siquiera China, régimen
miserable y liberticida donde los haya, se ha atrevido a tanto.
Los mismos burócratas que nos han llevado a niveles de
endeudamiento público récord, cifras de paro elevadas, déficit desbocado, altas
tasas impositivas y una crisis energética sin precedentes en las últimas
décadas, aseguran que están enormemente angustiados por la salud y el futuro de
los ciudadanos.
Bajo el paraguas de la salud nacional, los países
occidentales apuestan por confinar a los no vacunados para ‘salvarnos’, entre vítores de un rebaño que da por
supuesto que si la mayoría de su manada avanza en una dirección es porque es la
correcta. La cuestión del pasaporte Covid deja sinsentidos como que una persona
infectada (pero vacunada) pueda subir a un avión, acudir a un estadio, a un
restaurante o un evento multitudinario, mientras que un no vacunado que está
sano no puede hacerlo.
El pueblo, anestesiado, no se cuestiona nada y olvida que el debate nace bajo una premisa que es falsa. Las vacunas del Covid-19 (de las que servidor es partidario, siempre y cuando sea de forma voluntaria) otorgan protección a la hora de contraer la enfermedad de forma grave y de fallecer, pero no evitan la infección. De hecho, un vacunado puede infectar a un no vacunado.
Ante este baño de realidad que desmonta el débil castillo de
naipes en el que se cimientan las despóticas medidas aprobadas, se arguye que
los vacunados no infectan tanto como los no vacunados a pesar del informe
publicado por la CDC (Centros para el Control y la Prevención de las
Enfermedades), que muestra que un vacunado transmite la variante delta a otros
individuos con la misma facilidad que aquellos que no lo están.
Este hecho lo corroboraron Anthony Fauci y ‘The Lancet’,
prestigiosa revista médica británica.
A lo largo de la historia, la división y discriminación de
los seres humanos se realizaba en función del sexo, raza o religión. Sin
embargo, con la llegada de la tecnología y el hipercontrol, los Estados
occidentales apuestan por dividir a la población entre ciudadanos de primera y
de segunda según las dosis que se hayan inoculado.
Las imágenes de la policía patrullando las calles y centros
comerciales austriacos en busca y captura del no vacunado recuerdan a esas
batidas que realizaba las SS en busca del judío que no contaba con el
«certificado ario». El Occidente actual se parece mucho más al de principios
del siglo XX que al de los años noventa: la dignidad del ser humano ha sido
reducida a un código QR; los valores y la moral que forjamos, en los que todo
lo radical y violento se antojaba imposible han muerto.
La falta de humanismo, de respeto al prójimo y la
comprensión con el distinto se han sustituido por un tsunami de irracionalidad
y superstición que genera odio entre hermanos y etiqueta a los ciudadanos en
buenos o malos según su postura respecto a la vacunación masiva y el pasaporte
Covid.
Desde todas partes insisten en que debemos someternos a las
exigencias del ‘Estado protector’ sin rechistar, entregarnos a la superficial y
vacía vida tecnológica, abrazar los cambios más indeseables y encadenar nuestro
futuro a una élite despreciable que sólo piensa en su beneficio personal.
Somos testigos, sin ser conscientes todavía de ello, de la
más terrible derrota de la razón y del triunfo de la barbarie y la inmoralidad.
Si aceptamos que nuestra libertad y nuestros derechos fundamentales pueden ser
eliminados de la noche a la mañana, todo lo que venga después impuesto por las
capillas moralistas que se autoproclaman defensores de la humanidad y del
planeta, no tendrá fin.
Conviene recordar que todos los regímenes totalitarios nacen
creando una dualidad que enfrenta al pueblo. Arios-judíos, burgueses-obreros,
blancos-negros, ricos-pobres y, en la actualidad, vacunados-no vacunados.
En este perverso juego dialéctico en el que nos hallamos se
justifica recortar nuestra libertad y aprobar leyes discriminatorias. La
estrategia consiste en señalar a un enemigo que pueda ser considerado como el
culpable de todos nuestros males. La élite gubernamental y sus voceros
mediáticos saben que en la sociedad de ‘a mí no me afecta, me da igual’, que
tanto recuerda al célebre poema del pastor Martin Niemöller, basta con señalar
a un grupo minoritario como el enemigo.
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De esto no son responsables únicos los supremacistas, Gobernantes, Autoridades Médicas y Sanitarias, la Genocida Industria Farmaceutica.... también son responsables e incluso más los prostituidos, vendidos y lameculos de los primeros como son Medios de Comunicación Oficial, Sindicatos Mayoritarios, ONGs y muchos de esos que se dicen de izquierdas pero están mucho más inclinados a la Derecha.... y también todos los aborregados, idiotizados, adoctrinados, .... que pasaron por el aro de las normas restrictivas del COVID, como la puta mascarilla, el PCR, el confinamiento y claro de aquellos barros estos lodos, al final siempre pagamos justos por pecadores y los que realmente queremos ser libres y soberanos para decidir en nuestra salud y nuestra vida como nos convenga, resulta que no podemos por culpa de todos esos prostituidos, vendidos y aborregados , idiotizados,..... Me dan ganas de vomitar, no puedo decir otra cosa...